Este año, la Noche de los Museos ha celebrado su 41 edición, y el Consejo Internacional de los Museos (ICOM) ha propuesto, como lema del DIM; “Museos hiper-conectados, nuevos enfoques, nuevos públicos”, en relación a las conexiones que los museos establecen con la comunidad, su paisaje cultural o su entorno natural.
Año tras año, en esta noche tan emblemática, hemos visto incrementar tanto el número de museos y equipamientos adheridos a la iniciativa como las cifras de visitantes. Algunos datos indican que en Cataluña hemos pasado de 40 museos y 100.000 visitantes el 2010 a 112 museos y 200.000 visitantes el 2018. Es decir, en 8 años hemos doblado el consumo cultural.
¿A que responde este éxito de participación en la Noche de los Museos? ¿Cómo es que las cifras no hacen más que incrementar? ¿Qué oferta cultural ofrecen los museos y equipamientos durante esta noche?
Teniendo presente que la gratuidad también se ofrece en otros muchos momentos del año, este aspecto no tendría que ser un parámetro que justifique por si solo la razón de ser de esta noche… Descartada la gratuidad como criterio que explique el éxito de esta noche, entonces, ¿Qué hay de especial en la noche de los museos? ¿Son las actividades o exposiciones hechas especialmente para la ocasión y que requieren de un contexto nocturno?
Para buscar respuestas a estas preguntas hemos ido a conocer la experiencia de los responsables de los educadores de Lavola de algunos de estos museos: Cosmocaixa, el Museo Agbar de las Aguas o el Centro de Restauración e Interpretación paleontológica (CRIP), por poner algunos ejemplos. Desde el equipo educativo de Lavola que nos dedicamos a desarrollar parte de las actividades y talleres en estos museos, coincidimos en tres hechos que percibimos de la Noche de los museos.
Por un lado, atendemos a un público mucho ilusionado, relajado y con ganas de sorprenderse durante esta velada que tiene lugar una sola vez al año. Es por eso que los museos programan actividades singulares por esta fiesta. Cosmocaixa organiza, por ejemplo, talleres de observación astronómica aprovechando la nocturnidad, talleres específicos como Improntas de la luz, Pon tu nombre en colores o sesiones de planetario; en el Museo Agbar se permite entrar al refugio antiaéreo, haciendo una visita guiada contextualizada en la guerra civil y en el CRIP se hace una edición especial del taller Sonidos del mioceno.
Por otro lado, también nos encontramos con un público de perfil muy variado. El día a día de los museos tiene, de manera implícita, unas franjas horarias que responden al biorritmo de la ciudad: los escolares se concentran por la mañana hasta las 16h, los turistas pasan todo el día, las familias y los adultos acuden por las tardes y en fines de semana. La Noche de los Museos acoge una amalgama de públicos donde las familias se mezclan con los grupos de jóvenes o de amigos adultos, las parejas y los turistas… y cada cual disfruta, a su manera, de la propuesta cultural. También vemos que el público habitual del museo se suma con un público más esporádico que descubre por primera vez estos espacios. Además, hay otro factor relevante, la difusión conjunta de toda la oferta cultural tiene un efecto multiplicador que potencia la capacidad de llegar a mucho más público.
En definitiva, quizás el éxito de la Noche de los Museos no es tanto el qué sino el cómo. No se trata sólo de exponer unas actividades especiales durante aquella noche, sino en la creación de un ambiente diferente que actúa como catalizador y facilitador para que la ciudadanía, conozca, experimente, descubra y se haga preguntas que contribuyen al enriquecimiento de nuestra educación y cultura, y es que mezclarse en espacios de cultura siempre es positivo, sea de día o por la noche.